jueves, 24 de abril de 2008

Curas del Dolor























Fotografías: Christian Alarcón T.


“Curas del Dolor“

"Toma" -dijo ella- atravesando su pequeña mano por los barrotes del portón de entrada. Dejó sobre la mía una dulce mandarina, "para que te la comas en el camino, te dará calor y para que vuelvas a vernos". Me preguntó donde quedaba mi país y como era. Ya tenía ocho años y había llegado de solo seis meses, toda su corta vida. Me cautivo, fue mi guía durante el paseo por la aldea infantil, no se dejó retratar, hasta que me dio en el gusto. Al final, me tomó la mano y me dejó en el portón, a esas alturas ya no podía tomar mi cámara, abrazos, besos y muchos cariños. Partí con ella de la mano y me despedí, caminé unos pocos metros y rompí en llanto, no sabia de donde salían tantas lagrimas, de lo que sí podía estar seguro era que alguien me estaba dando la oportunidad de cerrar la etapa mas dolorosa de mi vida. Y ya estaba concluida…
Ya han pasado tres años y no he regresado, aunque he estado cerca. Jamás olvidaré los bellos momentos vividos en las pocas horas que estuve en el orfanatorio o aldea infantil Virgen de las Nieves, sobre las alturas andinas en el pueblito de Coracora en Ayacucho, Perú, en Agosto de 2005, en donde las historias se cuentan sin palabras, solo con miradas. Ahí pude descubrir que seres humanos de corta edad no registran tener primos, hermanos, tíos, ni menos padres, más bien están solos en el mundo. Saber de un bebé de tres meses que jamás sabrá de sus padres y de una niña de tres años, y de otra de diez, y de un niño de cinco, de otro de un año y de varios de ocho, de doce, de trece y de quince. Del caso de una niña que se debe hacer cargo del bebé de tres meses. Madre a los quince sin serlo, ya que es la mayor y es apta. Las historias se repiten, son verdaderas están lejanas de las nuestras. A un kilómetro de distancia y a pie sequé mis lagrimas y sané.

Lomo